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martes, 18 de junio de 2013

El bombardeo olvidado

Por Luisina “Malu” Díaz 

El mediodía del jueves 16 de junio de 1955 la Plaza de Mayo era el hormiguero que suele ser los días laborables. Los ómnibus y autos circulaban normalmente. Un grupo de estudiantes se acercaba para realizar el recorrido turístico. Era una mañana normal, hasta que del cielo comenzaron a llover bombas, bombas de odio imperialista que mataron a más de trecientas personas-entre ellos los niños que iban de paseo-, mutilaron a otras cien y dejaron unos setecientos heridos.

Las bombas caían y las ametralladoras  descargaban su furia desde las alturas ¿Quién podía entender que una fracción de la Fuerza Aérea nacional bombardeara una ciudad civil en un país donde no había guerra? ¿Cómo el blanco del bombardeo podía ser el mismo pueblo?

En el colegio no nos hablaron de este bombardeo, sino de uno tan cruel como éste que ocurrió en Guernica ¿Se habrán olvidado del nuestro porque no tuvimos un reconocido pintor que lo retratara? ¿O será que el imperio nos permite tener visiones románticas y lejanas de masacres a poblaciones civiles; pero no acepta que tengamos una expresión real, concreta y autóctona, con los trabajadores organizados y todo el pueblo a la cabeza?

El “dictador”  -extrañamente apoyado por la inmensa mayoría- fue el blanco del intento de asesinato porque, entre otras cosas, era profundamente antiimperialista y porque planteaba una tercera posición (en un mundo bipolar) emancipadora, nacional y latinoamericana, y eso era imperdonable.
Penosamente esta postura nacional no “encajaba” en las heladeras mentales de intelectuales argentinos, amantes de vanguardias extranjeras y carentes de empatía con el pueblo, que fue el primero en entender la revolución nacional como camino para la revolución social.

¿Cómo el salvaje capitalismo iba  a permitir que un país destinado a ser granero del mundo nacionalizara el comercio exterior? ¿Cómo una virtual factoría británica iba a tomar el control de su Banco Central y nacionalizara la banca, hasta el momento dirigidos por la Corona? ¿Cómo podía ser que unos simples productores de materias primas de repente nacionalizaran los ferrocarriles y encima osaran a producirlos, generando miles de puestos de trabajo argentino genuino? También tuvimos barcos, aviones, autos, desarrollo espacial, etc.

Perón, mejor dicho la Argentina de ese momento era un mal del ejemplo, por eso, había que eliminarlo y disciplinar a ese pueblo que de pronto podía manejar las riendas del país despreciando la intromisión extranjera. No bastaba con eliminar al hombre, había que acabar con sus ideas y sus obras. Se prohibió por decreto decir las palabras Perón, Eva o justicialismo. Pero no eran los nombres lo que molestaban, sino que para el pueblo  Perón se traducía en independencia económica, soberanía política y justicia social.

Los golpistas pensaron que con borrar a Perón la revolución justicialista se terminaba, pero esto no fue así, porque la revolución no era sólo él, sino el pueblo que logró expresarse a través de su líder.

Hace varios años que Perón ya no está, y hemos visto terribles retrocesos y tibios avances.

Es nuestro deber no sólo recordar estos hechos, sino honrar al pueblo argentino contribuyendo a construir un movimiento de emancipación nacional que recupere la independencia económica y soberanía política para alcanzar la justicia social necesaria para lograr la felicidad del pueblo argentino, en un marco de integración 
Latinoamericana.

Es necesario ponerse a Trabajar en conjunto para recuperar lo que supimos tener, y por supuesto, aspirar a superarlo.

Por la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria Argentina.

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